domingo, 24 de enero de 2016

MI CUADERNO DE BITÁCORA. EGIPTO



En estos ecuerdos de Egipto, antes de entrar en mi llegada a El Cairo, quiero dejaros la travesía del desierto camino de ABU SIMBEL. Imborrables recuerdos


Tardó un rato en concretarse, primero fue una banda de mil colores que se extendía sobre un horizonte interminable luego, cuando estos colores tomaban formas, otras más luminosas las empujaban hacia el cielo y, de pronto, sin más avisos, comenzó a asomar entre las dunas un disco naranja, difuso primero, radiante más tarde, fundiéndose con un cielo azul, absolutamente limpio de nubes que acabó iluminando todas las gamas inimaginables de colores, suavemente extendidos por la inmensa paleta ocre del desierto...

Sigo con EL CAIRO...



Habíamos pasado un día frenético por culpa del retraso al pasar las esclusas del Nilo en dirección hasta Luxor, en esta ciudad la noche nos sorprendió visitando sus templos y debimos renunciar a la visita a pié por sus vistosas avenidas para seguir en autocar hasta el aeropuerto de Luxor, nos esperaba un vuelo de Air Egip con destino EL CAIRO, casi 900 kilómetros y 50 minutos de duración, perfecto, aproveché el vuelo para poner en orden las notas que durante todo el viaje tomo para, ampliándolas con la bibliografía que adquiero, escribir estas impresiones para mis numerosos diarios viajeros.

Había sido un día tremendo, pero no se que fuerza o excitación hace mantener tantas horas ocupada tu atención sin agotar la capacidad de entusiasmo y esperando Gizeh, las pirámides, la esfinge…  ¡Madre mía…!   Miro por la ventanilla y observo la inmensidad luminosa de la ciudad, estamos tomando tierra en EL CAIRO la ciudad de las MIL CULTURAS…

Tras unos rápidos trámites aduaneros, nos esperaba el bus para llevarnos a la que será nuestra casa los próximos 4 días, el HOTEL SHERATON en el barrio de Gizeh y, por tanto, cerca de las pirámides, mira que si las vemos desde la habitación. Tardamos casi una hora en llegar hasta el hotel, INDESCRIPTIBLE, más de las once de la noche de un lunes, miles de coches, los comercios abiertos, las calles llenas de gentes…  Y ojo al dato, en una ciudad de dieciocho millones de habitantes NO HAY SEMÁFOROS,  NI PASOS DE CEBRA (salvo en puntos muy excepcionales, aunque tampoco son respetados, o sea que…).  Los coches circulan al albur, Alá es misericorde, se avisan a claxonazos, los peatones atraviesan por donde pueden, aunque lo que más me sorprendió era el bullicio constante, ABDEL nuestro guía, me confirmó que así era de noche y de día, como si la ciudad no durmiera…

El tránsito, como ya digo, ensordecedor y caótico, camionetas y coches, destartalados en su mayoría, circulan a todas horas y en todas direcciones por unas calles atiborradas de gentes que apenas miran a su alrededor cuando las cruzan.    Sin embargo, los habitantes de esta ciudad no parecen tener conciencia de este caos que tanto nos sorprende a nosotros tal vez porque saben que, a su manera, todo funciona con tal presteza y amabilidad que, los que llegamos de países con pretensiones de eficacia, acabamos envidiándolos…  La contaminación es exagerada y pese a ella, los comercios exhiben en sus puertas toda clase de productos, sobre todo frutas, carnes y alimentos en general…

Una visión extraña, casi misteriosa, inolvidable, de un conglomerado de barrios, edificios singulares, espectaculares templos, mezquitas, maravillosa la de MEHEMET ALÍ en la fortaleza de SALADINO con una espectacular iluminación y que sirve para dividir EL CAIRO antiguo del nuevo, grandes avenidas y torturadas callejuelas y, sobre todo, EL NILO que, ajeno al inmenso hormiguero bullicioso y en constante movimiento, fluye a su aire que, en la noche, yo intuía dorado y poderoso…



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